Diario completo de Alterio
| |||
Contenido
1 de 20
Mi diario:
El terror experimentado durante las últimas semanas casi supera lo que soy capaz de soportar. ¿Por qué cuando lo escribo todo en este libro, de alguna manera evito caer en la locura? Quizás sea como confesar mis pecados a un compañero silencioso, liberando mi mente de tortuosos pensamientos y confinándolos en el papel.
Empecé un diario antes de escribir este, pero permanece en un lugar al que no podré regresar. Por eso empezaré desde cero. Pero esta vez, empezaré desde el verdadero principio.
El terror experimentado durante las últimas semanas casi supera lo que soy capaz de soportar. ¿Por qué cuando lo escribo todo en este libro, de alguna manera evito caer en la locura? Quizás sea como confesar mis pecados a un compañero silencioso, liberando mi mente de tortuosos pensamientos y confinándolos en el papel.
Empecé un diario antes de escribir este, pero permanece en un lugar al que no podré regresar. Por eso empezaré desde cero. Pero esta vez, empezaré desde el verdadero principio.
Todo empezó con el hallazgo de esa maldita hoz en la mina conocida como Condena de Roland. Sí, ahí empezó todo. Antes de que aquello ocurriera, la Hermandad Defias estaba satisfecha con nuestros avances en el Bosque del Ocaso. Antes de que apareciera la guadaña, los terrores de este lugar parecían tan mansos como el valle de Villanorte.
Pero desde que encontré el mango de la guadaña sobresaliendo entre la pila de escombros en la mina y lo saqué de ahí, ¡ay de mí!, ¡la Condena de Roland se ha convertido en un lugar de destrucción y muerte!
Pero desde que encontré el mango de la guadaña sobresaliendo entre la pila de escombros en la mina y lo saqué de ahí, ¡ay de mí!, ¡la Condena de Roland se ha convertido en un lugar de destrucción y muerte!
Si hubiera sabido lo que iba a suceder, habría cortado mi propia mano antes de tocar ese trozo de madera tallada con runas. ¡Cuánto arrepentimiento! Pensé que ese era solo un privilegio de los ancianos. Ahora sé que no son los ancianos, sino los desesperados, los que visten el manto del arrepentimiento, incapaces y sin deseos de quitárselo de los hombros, encorvados por el sufrimiento.
Ahora basta de poesía barata. Debo continuar con esta crónica...
Ahora basta de poesía barata. Debo continuar con esta crónica...
Tras el rescate de la guadaña, en la mina empezaron a ocurrir cosas extrañas. La luz procedente de nuestras antorchas parpadeantes se deformaba y la fuerza de nuestras voces parecía escapar a nuestro control. A veces, el susurro de un hombre provocaba un estruendo que atravesaba los túneles, obligando a los demás a taparse los oídos y, en otras ocasiones, nuestros gritos apenas se oían a unos cuantos metros antes de apagarse como un soplo en el viento.
Ciertamente, era desconcertante, pero rápidamente dejamos de extrañarnos por lo insólito del asunto. Lo que en realidad nos apartó de la mina, fue un presagio. El huargen.
Ciertamente, era desconcertante, pero rápidamente dejamos de extrañarnos por lo insólito del asunto. Lo que en realidad nos apartó de la mina, fue un presagio. El huargen.
Emergieron desde todos los rincones, clavando sus zarpas en nuestros tobillos desde ocultos agujeros y cayendo sobre nosotros desde lo alto. La mitad de nuestros hombres cayeron en esos primeros minutos de pánico. El resto, entre los que me incluyo, intentaron escapar. A medida que corría, veía a mis hermanos atrapados por la zarpa y el colmillo, oí tantos alaridos truncados o desvaneciéndose en el silencio.
Hasta donde tengo conocimiento, fui el único humano que escapó de aquel lugar.
Hasta donde tengo conocimiento, fui el único humano que escapó de aquel lugar.
Solo puedo suponer por qué sobreviví aquella noche. Siempre he sido cuidadoso, rápido a la hora de escapar de las fauces de alguna bestia, o cuando se trataba de saltar algún escollo. Mi sobrenombre, Alterio, obedece a esta característica. Así que tal vez fue el don de la prudencia lo que me salvó...
O tal vez fue la guadaña que extraje de los escombros. No puede ser la guadaña, puesto que la perdí durante mi frenética huida. Pero si fui yo quien atrajo los huargen al Bosque del Ocaso, quizás me hayan hecho un extraño obsequio. ¡Los maldigo!
O tal vez fue la guadaña que extraje de los escombros. No puede ser la guadaña, puesto que la perdí durante mi frenética huida. Pero si fui yo quien atrajo los huargen al Bosque del Ocaso, quizás me hayan hecho un extraño obsequio. ¡Los maldigo!
O quizás, estoy condenado a presenciar los cambios que he traído al Bosque del Ocaso. Quizás sea mi destino contemplar la invasión de huargen en estas tierras, contaminándolas paulatinamente con su podredumbre.
Si esa es mi suerte, tiene dos caras. Porque los huargen no son la única fuerza que se ha apoderado del Bosque del Ocaso: los demonios del Paso de la Muerte también han reclamado su parte.
Ese será el último capítulo de mi historia, y rezo porque sea el último...
Si esa es mi suerte, tiene dos caras. Porque los huargen no son la única fuerza que se ha apoderado del Bosque del Ocaso: los demonios del Paso de la Muerte también han reclamado su parte.
Ese será el último capítulo de mi historia, y rezo porque sea el último...
Tras sobrevivir a la huida de la Condena de Roland, me oculté en el granero de un hombre llamado Sven. Pasé unos cuantos días en el granero y aquel horror caló tan hondo en mí que nunca me presenté ante Sven o su familia. Pero considerando lo que vi desde mi escondite, me di cuenta de que aquellos granjeros eran personas bastante decentes. De haber salido de mi refugio, seguramente me habrían aceptado, pero me cuesta confiar en los demás. Y mucho más después de aquella impresión en la mina.
Así que permanecí escondido. Y por ello salvé mi vida.
Así que permanecí escondido. Y por ello salvé mi vida.
Pocos días después de llegar al granero, Sven abandonó su granja para partir a Villa Oscura. Besó a su mujer, sonrió a sus hijos y prometió volver pronto con regalos y golosinas. Pobre hombre. Fue la última vez que vio a su familia sana y entera.
Al menos se despidieron contentos. Y por suerte, su mujer fue la primera en morir, evitando el dolor de ver cómo asesinaban a sus hijos. Pero estas supuestas contrapartidas no me compensarán tanto dolor. Vi lo que ocurrió y la escena siempre me perseguirá en sueños.
Al menos se despidieron contentos. Y por suerte, su mujer fue la primera en morir, evitando el dolor de ver cómo asesinaban a sus hijos. Pero estas supuestas contrapartidas no me compensarán tanto dolor. Vi lo que ocurrió y la escena siempre me perseguirá en sueños.
Me tiemblan las manos cuando recuerdo los detalles de aquella noche, Sven estaba ausente y su familia tuvo que enfrentarse sola a los jinetes negros. El remordimiento vuelve a consumirme, pues yo estaba allí y pude haber luchado contra aquellos demonios del Paso de la Muerte. Pero es falso remordimiento. Es el mismo que abruma a cualquier superviviente de una tragedia. Sé que de haber abandonado mi escondite también habría muerto desgarrado y descuartizado, los miembros esparcidos por todas partes hasta quedar irreconocible.
Pero a pesar de saber que no habría podido hacer nada para detener aquel atroz asesinato, perdura el sentimiento de culpabilidad: Fui yo quien atrajo a los jinetes negros hasta la granja de Sven. Mi descubrimiento de la guadaña no solo desató a los huargen hasta el Bosque del Ocaso, sino que atrajo a los jinetes del Paso de la Muerte.
Lo sé porque antes de iniciar la masacre, formularon una pregunta a la mujer de Sven mientras esta aferraba a sus hijos, ofreciéndoles consuelo, a pesar de presentir la inminencia de su muerte.
Lo sé porque antes de iniciar la masacre, formularon una pregunta a la mujer de Sven mientras esta aferraba a sus hijos, ofreciéndoles consuelo, a pesar de presentir la inminencia de su muerte.
"La Guadaña de Elune", gritó uno de los jinetes en un tono áspero y estridente a la vez, como el chirrido de un hacha sobre la piedra. La última palabra, Elune, brotó en un grito ahogado.
El terror se apoderó de mí cuando escuché aquella voz, no solo por su tono espantoso, sino porque sabía a qué guadaña se refería el jinete. Debe de tratarse del mismo objeto abominable que extraje de las rocas en la Condena de Roland hace unos días, pensé. ¡Es lo que los jinetes negros estaban buscando!
Y es lo que mató a la familia de Sven.
El terror se apoderó de mí cuando escuché aquella voz, no solo por su tono espantoso, sino porque sabía a qué guadaña se refería el jinete. Debe de tratarse del mismo objeto abominable que extraje de las rocas en la Condena de Roland hace unos días, pensé. ¡Es lo que los jinetes negros estaban buscando!
Y es lo que mató a la familia de Sven.
Nunca supe el nombre de la mujer de Sven, ya que su marido y sus hijos solo la llamaban "querida", "mi amor" o "mami". Pero me habría gustado saberlo. Soy el único recuerdo viviente de su valerosa actuación aquel fatídico día y, a pesar de tratarse tan solo de la mujer de un granjero, jamás vi a hombre o mujer proceder con tanta valentía. Si tan solo hubiera servido para algo.
"¿La Guadaña?", dijo tranquilamente. "Claro que sí. ¿Quién no la ha visto por aquí?" Miró a los jinetes con firmeza y, de no conocer los hechos, yo habría jurado que decía la verdad. ¡Era imposible que supiera lo de la Guadaña.
Su estrategia daba resultado. El mismo jinete que formuló la pregunta se inclinó ligeramente hacia ella y chilló: "¿Dónde?"
"Te llevaré hasta ella. Todos vosotros," dijo, y pude observar un destello de esperanza que asomaba a sus ojos.
Su estrategia daba resultado. El mismo jinete que formuló la pregunta se inclinó ligeramente hacia ella y chilló: "¿Dónde?"
"Te llevaré hasta ella. Todos vosotros," dijo, y pude observar un destello de esperanza que asomaba a sus ojos.
"Pero el camino es largo y mis hijos solo nos harán ir más despacio. Debemos dejarlos aquí."
Su coartada era simple, pero son ese tipo de coartadas las que mayor éxito tienen. Si funcionaba, al menos alejaría a los jinetes de la granja. Ella habría sucumbido, pero sus hijos estarían a salvo. Y, de no ser porque los jinetes se creyeron sus nobles mentiras, habría funcionado.
A pesar de que nunca he sido estudioso de la Luz, recé con fuerza por la vida de la mujer de Sven mientras plantaba cara a aquellos terribles jinetes.
"Por favor", recé. "Haz que se lo crean."
Su coartada era simple, pero son ese tipo de coartadas las que mayor éxito tienen. Si funcionaba, al menos alejaría a los jinetes de la granja. Ella habría sucumbido, pero sus hijos estarían a salvo. Y, de no ser porque los jinetes se creyeron sus nobles mentiras, habría funcionado.
A pesar de que nunca he sido estudioso de la Luz, recé con fuerza por la vida de la mujer de Sven mientras plantaba cara a aquellos terribles jinetes.
"Por favor", recé. "Haz que se lo crean."
Se quedaron ahí, paralizados, mientras ella los miraba a los ojos con tranquilidad. Uno de los jinetes miró hacia arriba, como si escuchase una llamada a lo lejos. Extrajo de sus ropajes una pequeña gema y miró en su interior. Luego hizo un gesto, apuntando con la gema hacia la mujer de Sven. Una luz se deslizó desde el jinete hasta la mujer, adquiriendo la forma de una mano blanca y lúgubre. Ella contempló la luz, inmutable, pero pude observar cierta incertidumbre tras su máscara de confianza. Cuando la mano la alcanzó, rodeó su cabeza con los dedos.
Luego la apretó con fuerza.
Luego la apretó con fuerza.
La mujer de Sven permaneció rígida como una tabla y sus ojos se abrieron al máximo. A pesar de que sus labios hicieron la mueca de un grito, no dejaron escapar sonido alguno. Tras unos minutos de tortura, la mano soltó a la mujer, dejándola caer de rodillas. El jinete que sujetaba el abalorio se irguió sobre su silla y una potente voz emergió de su interior.
"Esta mujer miente", afirmó en un tono que aún retumba en mis sueños. "No ha visto la Guadaña."
"Esta mujer miente", afirmó en un tono que aún retumba en mis sueños. "No ha visto la Guadaña."
Tras este suceso, los hombros del jinete se encorvaron ligeramente, como si un espíritu hubiese abandonado su cuerpo. Luego, en el antiguo tono chirriante, pronunció las siguientes palabras:
"El Señor ha hablado. Matadlos."
"El Señor ha hablado. Matadlos."
No puedo describir lo que ocurrió a continuación. Los recuerdos son vívidos, pero mi alma desgraciada no puede plasmar sobre el papel lo que allí sucedió en aquellos espeluznantes momentos.
Solo puedo escribir que la familia de Sven fue asesinada. Poco después, Sven regresó a este escenario de muerte y horror. Estaba tan destrozado, que tuve miedo de salir de mi escondite. Tanto temía que me encontrara, que huí de mi refugio en el granero. No sé dónde está Sven ahora, pero espero que, algún día encuentre la paz.
Solo puedo escribir que la familia de Sven fue asesinada. Poco después, Sven regresó a este escenario de muerte y horror. Estaba tan destrozado, que tuve miedo de salir de mi escondite. Tanto temía que me encontrara, que huí de mi refugio en el granero. No sé dónde está Sven ahora, pero espero que, algún día encuentre la paz.
He pasado las últimas semanas de un lado para otro, sin permanecer mucho tiempo en ningún sitio por miedo a los jinetes. Ahora me encuentro en la ciudad abandonada de Cerro del Cuervo, oculto, como siempre. No podría enfrentarme al poder que utilizaron contra la mujer de Sven y sé que continúan buscando la Guadaña en el Bosque del Ocaso. La he perdido y, gracias a la Luz esto es así, puesto que, de conservarla, sé que me habrían encontrado. De hecho, en lo más profundo sigo convencido de que me encontrarán.
Estoy tan cansado.
Estoy tan cansado.