Una torre de agua se eleva desde el océano... Neptulon ha enviado descomunales Krakken al desolado I'lalai. Eran tan descomunales sus formas que selvas de algas colgaban de sus miembros, y estos leviatanes nadaban entre los cuerpos.

El Krakken más grande levantó sus brazos y los estrelló contra el océano, lanzando enormes olas a su alrededor. Y estas azotaron las costas de I'lalai.

Los Krakken rugieron y sus voces resonaron como una tormenta marina:

"Allá vamos."

Sin titubear, Min'loth invocó su magia. Las olas que llegaron hasta I'lalai se separaron a ambos lados, inundando la jungla en toda su extensión. Min'loth pidió entonces a sus esbirros que pronunciaran hechizos de vínculo y se escuchó un intenso barullo cuando decenas de trols elevaron sus cánticos.

Una voz destacó sobre las demás.

Min'loth bramó y su magia recogió el poder de los hechizos de su esbirro, lanzándolos hacia los Krakken que se aproximaban.

Las aguas se separaron y el hechizo de Min'loth viajó veloz hacia los siervos de Neptulon. Los relámpagos desgarraron el cielo y el hechizo alcanzó a los monstruos. Miles de truenos cayeron sobre el agua hirviendo y los cráteres ardieron en la tierra.

Min'loth aulló victorioso, seguro de que su hechizo derrotaría a las enormes bestias.

Pero los Krakken son viejos, muy viejos. Recordaban cuando la tierra había surgido por primera vez del mar.

Recordaban cuando los Antiguos reinaban y cuando los Viajeros llegaron y los expulsaron. Recordaban cuando la magia era una novedad.

Son viejos y guardan muchos secretos. Y aunque el hechizo de Min'loth era poderoso, al igual que el trol, era mortal.

Por eso falló.

No pudo atrapar a los Krakken, pero logró enfurecerlos. Durante miles de años, ningún mortal les había causado daño y el encantamiento de los trols resultó doloroso.

Y así, se liberaron de los vínculos del encantamiento de Min'loth, pero luego, bramaron y se enfurecieron.

Se oyó un gran estruendo cuando se elevaron grandes olas desde las profundidades, dirigiéndose a la tierra. Cuando alcanzaron l'lalai, proyectaron una sombra sobre la ciudad.

Pero antes de destruirla, los Krakken se detuvieron, quedando suspendidos.

Los médicos brujos trol temblaron y profirieron gritos a su maestro. Min'loth contempló las montañas del mar, con aire fatal y desafiante. Se volvió hacia sus adeptos y susurró unas palabras, y los trols grabaron sus últimas palabras en piedra. Luego, Min'loth se volvió hacia los Krakken que se avecinaban.

Hizo una mueca y agitó su báculo, su último acto enérgico.

Luego, los Krakken hicieron caer toda su furia en Min'loth y el océano se precipitó sobre l'lalai.

Y desapareció.

A continuación, las aguas cayeron sobre la jungla, inundándolo todo a su paso. Los trols y las bestias gritaron mientras las aguas los golpeaban y los sumergían.

Muchos Gurubashi se preguntaban por qué el océano se los tragaba, pero morían igualmente, sin conocer la causa.

Y, finalmente, cuando las aguas alcanzaron las montañas, se detuvieron. Cuando se aplacaron, se retiraron hacia la costa y dejaron un rastro de muerte.

Las aguas se retiraron, pero rodearon completamente l'lalai, que permaneció anegada para siempre.

Y el jefe Var'gazul, a salvo tras las montañas en Zul'Gurub, se dirigió a la jungla y vio que su gente había desaparecido.

Se sintió desesperado, ya que sus sueños de conquista se habían roto.

Y Min'loth, la Serpiente, nunca fue encontrada.