Las verdes colinas de Tuercespina: Página 8
| |||
Contenido
Durante semejante tropiezo, Erlgadin posó su mano pesadamente sobre el hombro de Barnil. Ajeck y yo apenas advertimos la escena, suponiendo que el hombre solo estaba dando una merecida reprimenda a Barnil por su descuido. No obstante, Erlgadin, hizo un gesto lento con la cabeza en dirección a un árbol que estaba a punto de caer. Desde allí nos acechaban dos ojos negros penetrantes justo encima de un par de afilados colmillos.